Estaba pensando en los anillos de los árboles, la cantidad de información que aportan sobre la edad del árbol, el estudio del bosque… en cómo su respiración se mezcla con la nuestra. En cómo su mandala, sus anillos, hablan de su crecimiento, de lo vivido en su entorno y por tanto, del nuestro. Así que cuenta lo que nosotros también vivimos. Somos uno, inseparables.
Resulta que (según Wikipedia) la dendrocronología (el estudio de los anillos), como ciencia, debe ser atribuida no a un botánico, sino a un astrónomo ¡¡!! que, a sus 27 años, pensaba que la actividad de las manchas solares podía influir sobre el clima en la Tierra. Estaba buscando la relación entre la actividad cíclica de las manchas solares y el comportamiento de las precipitaciones pluviales.
¡¡ Qué maravilla!!… una persona que mira a lo más lejano, encontrando la influencia de un astro en un ser de la Naturaleza, aquí mismo. Pura ciencia.
Pues esta unión es la que siento cuando observo la carta natal, esa sensación de que, inevitablemente, los sucesos de mi vida se tejen a la vez que los movimientos astrales. Siento que formo parte de algo más grande y me ayuda a la aceptación de eventos, que, como la tormenta solar, no puedo evitar y me llevan a vivir otro escenario nuevo, transformador. Y esa marca queda ahí, en mi madera, en mi cuerpo.
Para mí esto es Astrología, mis anillos entretejidos con el silencioso e invisible ritmo del Universo.
Esta es la Sala Redonda en la que vivimos.
Virginia Esnoz